martes, 21 de diciembre de 2010

CEREBRO | Función de la amígdala Una vida sin miedo

CEREBRO | Función de la amígdala

Una vida sin miedo

Fotograma de 'Pesadilla en Elm Street (el origen)'. | New Line Cinem
Fotograma de 'Pesadilla en Elm Street (el origen)'. | New Line Cinem
  • La destrucción completa de una estructura cerebral impide sentir temor
Pocas veces los científicos pueden estudiar la función que cumplen las distintas partes del cerebro con tanta exactitud como cuando un individuo carece por completo de dicha estructura o de su acción, cosa poco frecuente. Pero ése es el caso de una ciudadana estadounidense conocida por las iniciales S.M., que padece una extraña condición que provocó que sus dos amígdalas se destruyeran y que viva sin tener miedo.
Estas estructuras (situadas una en cada hemisferio cerebral) están formadas por miles de núcleos que, como parte del sistema límbico,intervienen en la regulación de las emociones. Entre ellas, el miedo. Los estudios con animales, desde ratas hasta monos, han demostrado que la amígdala es crucial ante el terror, desde su procesamiento hasta su reconocimiento y la inducción de una respuesta. "Pero poco se sabe de su papel en la inducción consciente de comportamientos relacionados con el miedo", señalan los autores en la revista 'Current Biology'.
Pero el equipo liderado por Justin Feinstein, de la Universidad de Iowa (EEUU), contó para este propósito con la colaboración de la señora S.M., que se sometió a varias situaciones que asustarían a la gran mayoría; respondió en el transcurso de tres años a numerosos cuestionarios acerca de sus fobias y de cómo se sentía día a día y comentó experiencias pasadas con ellos. Ni rastro del miedo.

Arma de doble filo

"En su vida diaria, S.M. se ha topado con numerosos hechos traumáticos [atracos a mano armada, amenazas de muerte, violencia doméstica] que han puesto en peligro su vida y, según nos ha señalado, no le causaron miedo", ha explicado Feinstein. "En esencia, estas experiencias no dejan huella en su cerebro".
Tampoco las 'pruebas' a las que fue sometida. La llevaron a una tienda de animales exóticos en la que había arañas y serpientes, animales que "llevaba años diciendo que 'odiaba' y que 'trataba de evitar'", recuerda este investigador. Y cuando estuvo allí cogió, acarició y observó detenidamente cuantos quiso, a veces incluso en contra de las advertencias de los empleados. ¿Por qué? "Por curiosidad".
Las reacciones ante la 'casa del terror', en donde lideró al grupo al grito de "¡por aquí chicos, seguidme!", y durante el visionado de 10 clips de vídeos de terror -una de las formas más eficaces de inducir emociones en un laboratorio- fueron idénticas. "En conjunto, estos resultados sugieren que la amígdala es un área fundamental del cerebro para provocar un estado de miedo en los humanos", subraya el estudio, pero no en otras emociones.
La parte negativa es que ser incapaz de sentir miedo te vuelve incauto. El cerebro no te advierte de las situaciones, personas o cosas de las que debes mantenerte alejado si quieres sobrevivir, tal y como le ocurre a la protagonista de este estudio que, a sus 44 años, "es bastante sorprendente que esté aún viva", advierte Feinstein.
Pero el ejemplo de S.M., una de las personas mejor estudiadas del mundo, ha permitido a los investigadores constatar que nuestros miedos se tejen en la amígdala y que aprender a controlarla o 'apagarla' de forma selectiva podría ayudar a las personas que sufren síndrome de estrés postraumático cuyas vidas están gobernadas por el terror.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una mente que divaga, una persona infeliz

Fuente: http://www.20minutos.es/noticia/873686/0/mente/divaga/infeliz/

Una mente que divaga, una persona infeliz

Una mente que divaga, una persona infeliz  (Imagen: 20minutos.es)
  • Para el experimento los investigadores usaron una aplicación del iPhone.
  • Sólo los humanos pensamos en episodios del pasado o del futuro.
  • Esa habilidad lleva consigo un gran coste emocional.
  • Para el experimento los investigadores usaron una aplicación del iPhone.
  • Sólo los humanos pensamos en episodios del pasado o del futuro.
  • Esa habilidad lleva consigo un gran coste emocional.
UROPA PRESS. 15.11.2010 - 12.11 h
Las mentes que divagan pertenecen a personas más infelices, según sugiere un estudio de la Universidad de Harvard en Cambridge (Estados Unidos) que se publica en la revista Science. Para realizar el experimento los investigadores han utilizado datos recopilados por una aplicación del iPhone llamada Track Your Happiness ('Sigue tu felicidad') para mostrar que una mente errante o que divaga es una mente infeliz.
Las personas están menos felices cuando sus mentes estaban divagando que cuando no lo estaban
Los investigadores desarrollaron esta aplicación para crear una gran base de datos de información en tiempo real sobre pensamientos, sensaciones y acciones de una amplia variedad de personas en su vida diaria.

Los resultados muestran que la mente de las personas divaga de forma frecuente, con independencia de lo que están haciendo. Las personas estaban también menos felices cuando sus mentes estaban divagando que cuando no lo estaban.
Pensar en episodios que nunca sucedieron
Otra de las conclusiones del estudio, dirigido por Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, apunta que si la mente de alguien deambulaba era un mejor indicador de su felicidad que aquello que hacía en ese momento. Los autores señalan que los humanos son únicos en su habilidad para pensar sobre episodios del pasado, o el futuro, o episodios que podrían no haber sucedido nunca.

Los autores concluyen que aunque esta capacidad permite al ser humano aprender, razonar y planificar y supone un importante logro cognitivo lleva consigo un coste emocional.

Aclarar dudas y tomar decisiones acertadas o rápidas: fácil como tomar azúcar o lavarse

 Fuente : http://www.20minutos.es/noticia/720142/0/decisiones/higiene/azucar/
Aclarar dudas y tomar decisiones acertadas o rápidas: fácil como   tomar azúcar o lavarse  (Imagen: ARCHIVO)
  • La falta de azúcar nos hace más impulsivos.
  • También provoca que las decisiones estén orientadas a un presente inmediato.
  • Por otro lado, lavarse las manos disipa dudas en las decisiones y elimina la necesidad de justificar una acción.

Dos recientes estudios ofrecen trucos caseros que pueden ayudar a eliminar dudas sobre nuestras decisiones. Lavarse las manos e ingerir algo de azúcar puede hacer que la persona decida con mayor seguridad y probabilidad de acierto, según publican Science y Psychological Science, respectivamente.
Tomar azúcar...
"Cuando tenemos más azúcar en sangre (lo que supone más energía) nuestra toma de decisiones están más orientadas hacia el futuro", concluye el estudio del equipo de los científicos X. T. Wang y Robert D. Dvorak, de la universidad del Sur de Dakota. Las decisiones con vistas a un futuro no inmediato suponen un mayor desgaste por parte de nuestro cerebro, ya que se trata de algo más abstracto que el presente. Por este motivo, según este estudio, las decisiones más centradas en el presente e impulsivas pueden ser una señal de falta de azúcar en la sangre.
Cuando tenemos más azúcar en sangre (lo que supone más energía) nuestra toma de decisiones están más orientadas hacia el futuro
Para investigar este supuesto, Wang y Dvorak dividieron a un grupo de voluntarios en dos. Unos tomaron una bebida con azúcar mientras que los otros consumieron una bebida con aspartamo como edulcorante. A todos se les ofreció dos posibilidades: bien recibir una cantidad de dinero inmediata, o bien esperar un tiempo y recibir una cantidad de dinero mayor.
Durante el estudio se midió además los niveles de glucosa que los voluntarios presentaban. Los que tenían mayor cantidad de azúcar en sangre optaron por esperar el plazo de tiempo para recibir el dinero, mientras que los que tenían niveles menores optaron por la de recibir el dinero inmediato, aunque la cantidad fuese menor.
"La falta de glucosa (relacionada con poca energía) en sangre nos fuerza a concentrarnos en el presente y nos vuelve más impulsivos", matizó Wang, en palabra recogidas por Muy Interesante.
... Y lavarse las manos
Hace pocas semanas se daba a conocer un estudio curioso respecto, también, a la tomas de decisiones por parte del ser humano. Publicado en Science y elaborado por la Universidad de Michigan (EE UU), su conclusión eran tan sorprendente como rotunda: el simple gesto de lavarse las manos con jabón en el baño puede eliminar las dudas a la hora de decidir.
Nos libera del sentimiento de culpabilidad en acciones inmorales del pasado y también reduce la necesidad de justificar las decisiones más recientes, explica uno de los autores de la investigación, Spike W. S. Lee.
Para la investigación contaron con un grupo de estudiantes. Se les pidió que eligieran entre varios discos musicales. Paralelamente se les encuestó acerca de un jabón líquido de baño, algo que no tenía nada que ver con los discos. Los que probaron el jabón no necesitaron justificar por qué habían elegido los discos que habían elegido. No así los que se limitaron a observar el jabón líquido sin pararse a probarlo.

jueves, 15 de julio de 2010

¿Cómo afectan las hormonas al cerebro de la Mujer?

Fuente http://blogneuromarketing.com/2009/03/30/como-afectan-las-hormonas-cerebro-mujer/

Los “jugadores hormonales” que afectan a la vida de una mujer diariamente:




Estrógeno: “La reina”: potente, ejecutiva, arrolladora; a veces totalmente utilitaria, a veces seductora agresiva; amiga de la dopamina, la serotonina, la oxitocina, la acetilcolina y la norepinefrina (las sustancias químicas que hacen que el cerebro se sienta bien).



Progesterona: permanece en segundo plano, pero es hermana poderosa del estrógeno; aparece intermitentemente y a veces es una nube tormentosa que cambia los efectos del estrógeno; otras veces es un agente estabilizador; madre de la alopregnenolona (el Valium del cerebro, es decir la chill pill)



Testosterona: rápida, enérgica, centrada, arrolladora, masculina, seductora, vigorosa, agresiva, insensible, no está para mimos.



Oxitocina: esponjosa, parece un gatito ronroneante; mimosa, providente, como la madre tierra, encuentra placer en ayudar y servir, hermana de la vasopresina (la hormona masculina socializante), hermana del estrógeno, amiga de la dopamina (otra sustancia química que hace sentir bien al cerebro)



Cortisol: crispado, abrumado, estresado, altamente sensible, física y emocionalmente.



Vasopresina: sigilosa, en segundo plano, energías masculinas sutiles y agresivas, hermana de la testosterona, hermana de la oxitocina (hace que uno se conecte de modo activo, masculino, igual que la oxitocina)



DHEA: reservorio de todas las hormonas, omnipresente, dominante, energética; padre y madre de la testosterona y el estrógeno, apodada “la hormona madre”, fuertemente presente en la juventud, se reduce hasta la nada en la ancianidad.



Androstenediona: madre de la testosterona en los ovarios, fuente de descaro, animada en la juventud, disminuye en la menopausia y muere con los ovarios.



Alopregnenolona: la hija suntuosa, calmante y apaciguadora de la progesterona, sin ella la mujer se siente irritable; es sedativa, calmante, tranquilizadora; neutraliza cualquier estrés.



Fuente: El cerebro femenino de Louann Brizendine.



Información cómo aplicar los descubrimientos de la neurociencia a las ventas de su producto o servio: femenino@tuposicionamiento.com

sábado, 19 de junio de 2010

El Detonante

Las herencias temperamentales también se muestran como predisposiciones caracterológicas, incluidas en esas cadenas; así conocemos si el ser que llega a la vida tiene tendencias hacia la agresividad, o al pasivismo, si es más vitalista o sedentaria, si tendrá gran atracción por el alcohol, las drogas o la carne, o si por el contrario sus aficiones serán puramente místicas. Podemos reconocer a los depresivos, a los científicos y a los suicidas; a los maestros, artistas, y a los lideres. Terrible y esclarecedor ¿no?, pero cuidado, tampoco eso significa que el ADN sea el mapa de carreteras obligatorio a través del cual el ser humando deberá circular inexorablemente, sino mas bien debemos verlo como indicador de la materia prima con la que cuenta la persona para realizar su obra. Que se desencadene o no la enfermedad, o cualquiera de las demás circunstancias dependerá de la forma de afrontar los escollos de la vida, para eso esta la libertad, ¿no?. Nada es determinante previamente a una toma de decisión.


Además, hay otra característica importante. Cuando el recién nacido instintivamente desarrolla unos hábitos, el resto del grupo familiar acostumbra a comentar: es tan tragón como su abuelo, tiene la misma expresión de enojo que tenía su tío abuelo, o es tan dormilón como su primo tal, y así el pequeño ser es reconocido como eslabón de una cadena familiar vinculada entre si por unos rasgos y tendencias comunes, que llamamos karma grupal, y todo eso está reflejado en el ADN.







Conocemos familias que tiene una larga tradición de depresivos, y otras en las que cada “x” nacimientos, habrá uno que sufrirá una quiebra económica familiar, o un accidente automovilístico, o familias en los que predominan los apostadores de carreras, e incluso los mujeriegos. Parece que siguiéramos una secuencia en serie que marca la tradición del grupo, y sin la cual a la familia le falta algo…. Hay tradiciones de profesión, de enfermedad, de oficios, de dotes artísticas, de cualidades lingüísticas, deportivas, altruistas o de gustos alimentarios por poner unos ejemplos de los miles que podríamos hallar.

Todas estas similitudes, van mucho más allá de unas condiciones hereditarias meramente físicas, porque trascienden actitudes temperamentales y pautas de conducta que provocan unas condiciones de evolución individual. Si podemos considerar heredadas las aptitudes artísticas de un individuo, también podemos ver que nuestros vicios son material hereditario para nuestra prole.







Según la física quántica, nuestro cerebro actúa mediante pautas repetitivas ya sean heredadas genéticamente ya sean originadas en nosotros. Cuantas más veces se repite ese hábito, mas impacto causa en el conjunto genético hasta llegar a provocar un bloqueo, un daño emocional que se refleja en una zona determinada.

Primero estalla la advertencia de que algo esta creando un corto circuito en el cuerpo, mediante malestar, insatisfacción, falta de sueño o pequeñas molestias físicas. Si en vez de prestar atención persistimos en la misma conducta, el agujero creado por la actitud mental negativa se expandirá y ahondará, llegando un punto en que la célula será afectada por el estrés que produce en el organismo semejante agresión y la enfermedad habrá estallado en el ser humano. Lamentablemente, solamente desandando el camino podremos devolver el brillo y plenitud original a nuestras células. Y ahí entra la medicina quántica, que mediante la búsqueda e investigación del problema matriz que marco la secuela emocional, purifica el karma del individuo regenerando las células, a través de la comprensión del error y modificación de actitudes.







Si podemos considerar que las enfermedades están causadas por bloqueos emocionales; Si la ciencia actual nos asegura que determinadas pautas de conducta acarrean unas secuelas físicas llegando hasta la enfermedad, entonces tambien entederemos que las consecuencias karmicas están incorporadas en el mismos ADN, ya que para que una enfermedad se desarrolle y el karma madure se requieren unas actitudes previas temperamentales que disparen los condicionantes de la enfermedad. Y aquí se proyecta el karma no solo individual sino el grupal por herencia genetica.

jueves, 10 de junio de 2010

No busques la justicia en los genes, sino en la evolución cultural

Fuente http://lacomunidad.elpais.com/apuntes-cientificos-desde-el-mit/category/cerebro-y-comportamiento

No busques la justicia en los genes, sino en la evolución cultural


¿Quién crees que se comportará de manera más justa y generosa con un absoluto desconocido; un ciudadano estándar de una sociedad moderna o el miembro de una tribu indígena? ¿un cristiano practicante o un no creyente? Ve pensándolo, te doy la una respuesta más adelante.






Antes otra pregunta: ¿Qué nos impulsa a ser generosos con desconocidos? ¿Es algo “cultural”, o forma parte de nuestra programación genética básica seleccionada durante el paleolítico?



Es algo que ya hemos debatido varias veces –casi demasiadas- en el blog. Y antes de nosotros, generaciones y generaciones de pensadores. Pero retomamos el tema porque la semana pasada Science publicó un extenso estudio que puede convertirse en una referencia constante en las discusiones sobre la naturaleza humana: “Mercados, Religión, tamaño de comunidad, y la evolución de la justicia y el castigo” (pdf ). Ya advierto que no cierra el debate; pero sí lo decanta.





En las últimas décadas la psicología evolutiva ha promovido una tendencia a interpretar muchos de nuestros comportamientos actuales como adaptaciones a las condiciones de vida que sufrieron nuestros antepasados de la edad de piedra. No sólo rasgos físicos o instintos básicos; también aspectos como la moralidad, la justicia, o la propensión al altruismo serían innatos, universales, y estarían codificados en los genes que ayudaron a sobrevivir a los individuos de sociedades mejor estructuradas. Y como supuestamente nuestra información genética no ha cambiado de manera significativa en los últimos 10.000 años, las tendencias que vemos en las sociedades actuales son un reflejo de las más primitivas.





¿Tenemos alguna manera de poner a prueba esta hipótesis? Esto es lo que ha intentado Joseph Henrich y otros 13 investigadores analizando el comportamiento de 2.148 personas de 15 estructuras sociales diferentes de Estados Unidos, África, Asia, Bolivia, Ecuador, Papua Nueva Guinea, Fiji o Siberia, que incluían nómadas, cazadores, pescadores,y diferentes tamaños de grupo, presencia de religión y nivel de desarrollo mercantil.



El objetivo era ver si individuos en sociedades modernas tenían más o menos sentido de justicia hacia desconocidos que indígenas o cazadores recolectores que pudieran representar estilos de vida más ancestrales.



Para ello, el equipo de antropólogos y economistas hizo varios tipos de tests a los miembros de diferentes comunidades.

En el primero cogían a un individuo, le daban una cantidad económica equivalente a un día de su trabajo, y le preguntaban qué proporción del regalo quería compartir con otro participante anónimo. Podía estar tranquilo y ser todo lo injusto que quisiera: Nunca llegarían a conocerse, ni el otro sabría cuánto se había quedado, ni tendría detalle alguno del juego.



En un segundo experimento, al participante receptor le explicaban de qué iba el juego y le preguntaban qué mínimo porcentaje estaría dispuesto a aceptar, sabiendo que si lo rechaza, ninguno de los dos se quedaría con nada del premio. Se estaba midiendo el sentido de justicia, pero también el grado de penalización ante situaciones desleales.



En otro experimento, un tercer individuo actuaba como juez y era quien debía decidir si la cantidad ofrecida era adecuada o no. A él también se le daba un premio económico, pero se le retiraba junto al de los otros si decidía que el trato era injusto y debía ser penalizado. Era otra manera de medir de la propensión al castigo.



Los investigadores compararon datos como el tamaño de comunidades, religión, y establecieron un “índice de integración al mercado” estimado como qué porcentaje de sus calorías ingeridas eran compradas versus recolectadas o cazadas por ellos mismos o cercanos.



Las conclusiones más destacables del estudio fueron las siguientes: cuanto mayor y más compleja es una comunidad, más generosidad ante desconocidos y mayor deseo de penalizar las injusticias. La religión también promovía compartir con anónimos, y además, los que formaban parte de organizaciones grandes como el cristianismo o Islam lo hacían en mayor grado que en tribales minoritarias sin códigos morales tan sofisticados. Por otra parte, los ciudadanos de sociedades industrializadas eran quienes compartían cantidades más altas; mientras que las comunidades que según los antropólogos tenían estilos de vida más parecidos al paleolítico, eran quienes mostraban menos obligación hacia la equidad o predisposición al castigo ante una persona que nunca habían visto.



Según los autores, esto contradice los argumentos convencionales de la psicología evolutiva, al demostrar que es la cultura en que te encuentres y las normas de las sociedades complejas las que inducen a generosidad o justicia con desconocidos, y no tus genes heredados del paleolítico. “Las diferencias que vemos entre sociedades no se explican por los genes”, declaró Joe Henrich.



En realidad este estudio se suma a las críticas hacia esa desmesurada tendencia a interpretar nuestros comportamientos más sofisticados como un reflejo de la vida de nuestros ancestros. Según Henrich la sensación de justicia con desconocidos es más moderna de lo que pensábamos, y su origen debemos buscarlo en la sofisticación de nuestra cultura; no en factores genéticos.

viernes, 16 de abril de 2010

El amor anula una parte del cerebro

LONDRES.- Ya lo advertían nuestras abuelas: el amor es ciego. Ahora, la ciencia acaba de darles la razón. Un grupo de científicos viene de demostrar que los sentimientos amorosos llevan a una supresión de la actividad en las áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico.

Básicamente, una vez que nos acercamos a nuestra media naranja, el cerebro nos juega una mala -o quizá, buena- pasada y decide reducir nuestra capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del objeto de nuestro afecto. El estudio, realizado por la University College London (UCL), fue publicado en el último número de la revista científica NeuroImage.

Los investigadores demostraron que tanto el amor que llaman "romántico" como el maternal producen los mismos efectos en el cerebro, suprimiendo la actividad neuronal asociada con la evaluación crítica del prójimo y las emociones negativas. Otro estudio de la misma universidad también demostró que el amor puede provocar reacciones químicas similares a las de la cocaína o la velocidad.

En todos los casos, en sus estados iniciales el amor deja a sus presas "flotando en las nubes". Una antigua fábula cuenta que una vieja lechuza le suplicó al águila, rey del bosque, que durante sus cacerías perdonara la vida de sus pichones. Compadecido con el llanto y la edad de la lechuza, el noble águila exclamó: "Señora, dígame cómo son sus hijos. Los reconoceré y evitaré comerlos". Ella no lo dudó: "No tardará en verlos, Majestad, son los bebes más bellos del bosque". Por las dudas, el águila fue directo a los más feos, y los devoró. Eran los hijos de la lechuza.

La obvia moraleja también tiene ahora sustento científico, ya que el mismo estudio publicado en NeuroImage demostró que la desgraciada lechuza -y muchas madres humanas- no mentían, sino que creían sinceramente en lo que decían.

¿Cómo? Escanearon los cerebros de veinte mamás jóvenes mientras ellas observaban fotos de sus hijos, otros niños conocidos y amigos adultos. En todos los casos, el patrón de funcionamiento de la actividad cerebral fue similar al de las personas hechizadas por el enamoramiento: eliminación casi total de la apreciación crítica de nuestros seres más amados.

Sistema de recompensa
Tanto el estudio de los enamorados como de las madres registró un incremento de la actividad en el área del cerebro conocida como "sistema de recompensa".

Cuando esas zonas son estimuladas (por ejemplo con comida, vino o un buen sueldo) producen sentimientos de euforia. Pero lo que más sorprendió a los investigadores es que ambos estudios mostraron una reducción de la actividad de los sistemas cerebrales necesarios para realizar juicios negativos.

El mismo experimento, realizado con animales, llevó a resultados similares. El jefe del equipo de investigación, doctor Andreas Bartels, encontró una explicación sencilla para el fenómeno: es fundamental que tanto el amor romántico como el maternal sean vistos por el cerebro como algo extremadamente positivo. De otra manera, la especie dejaría de propagarse.

"Nuestra investigación nos permite concluir que el relacionamiento humano utiliza un mecanismo para superar las distancias sociales que desactiva las redes de evaluación social crítica y emociones negativas, al tiempo que une a los individuos al involucrarlos en un circuito de recompensa que explica el poder del amor para motivarnos y gratificarnos", explicó el doctor Bartels.

Pero sí existe una diferencia entre el amor maternal y el romántico. Sólo este último eleva la actividad del hipotálamo, que controla las sensaciones de excitación sexual.

Los "extraños" efectos de los flechazos de Cupido no terminan ahí. Un grupo de investigadores italianos, que estudió a doce mujeres y doce varones que se enamoraron en los seis meses anteriores, comprobó que los hombres disminuían sus niveles normales de testosterona... mientras que el de las mujeres aumentaba.

"Los hombres, de alguna manera, se habían vuelto más parecidos a las mujeres, y las mujeres a los hombres", explicó la doctora Donatella Marazziti, investigadora de la Universidad de Pisa, a la revista de divulgación científica New Scientist.

Las conclusiones de Marazziti avalan las del equipo de UCL: "Es como si la naturaleza quisiera evitar lo que puede crear diferencias entre hombres y mujeres, ya que es tan importante que la relación sobreviva en esta etapa".

Otra investigación italiana, publicada en 1999, sugirió que el amor disminuía un neurotransmisor llamado serotonina en el cerebro, dejándola en los mismos niveles que los de las personas que sufren de un desorden obsesivo compulsivo. Este descubrimiento explicaría por qué algunos enamorados suelen obsesionarse con su pareja.

Una especie de adicción
Y los efectos inesperados del amor no terminan ahí. El doctor John Marsden, director del Centro Nacional de Adicciones del Reino Unido, anticipó a la cadena de noticias BBC que la dopamina -la sustancia producida por el cerebro cuando está excitado- produce en el cuerpo los mismos efect os que la cocaína o las altas velocidades.

"La atracción es realmente como una droga. Te deja queriendo más", dijo el doctor Marsden.

Básicamente, el cerebro "se incendia" cuando la persona empieza a hablar con alguien que encuentra atractivo.

El corazón empieza a latir tres veces más rápido que lo normal y bombea más sangre a las mejillas y a los órganos sexuales, con los conocidos "hormigueos en el estómago" como resultado.

Sin embargo, tal como sucede con la cocaína y la velocidad, "el efecto" es solamente temporario, o dura como máximo entre tres y siete años. El futuro de la relación, entonces, comienza a depender de factores mucho más profundos que un conjunto de hormonas y de caprichos cerebrales.